Durante las crisis afloran gran parte de las debilidades estructurales de una economía, y es el mercado laboral quien resiente de primera instancia los efectos. Su “eficiencia” se puede contrastar país a país en cuanto a los niveles de empleo así como su recuperación. Existen claras diferencias entre cómo funcionan los mercados en países como Estados Unidos o Inglaterra versus Francia o España. Los primeros tienen amplia flexibilidad para despedir, permitiendo que el seguro de desempleo sirva como amortiguador de los ingresos de las familias. En los segundos existen muchas más fricciones y costos para despedir a un empleado. Podríamos categorizar como “proteccionistas” del empleo, aunque también se cuenta con seguro de desempleo.
En países en desarrollo, existe una amplia discusión sobre cómo atender el problema del desempleo. En América Latina, típicamente tenemos sistemas “proteccionistas”, altamente costosos para despedir y sin un seguro de desempleo. Se asume que con los ingresos derivados del despido el trabajador podrá sufragar los costos para transitar a otro empleo.
Sin entrar a un debate de cuales sistemas son más eficientes, creo que la crisis pasada nos da muchas lecciones. En 2008, la crisis afectó fuertemente tanto a los países europeos como a Estados Unidos. Sin embargo, la flexibilidad en este último coadyuvó a una recuperación más rápida del empleo. En Europa, tomaron nota de sus deficiencias e instrumentaron algunos cambios para flexibilizar las relaciones laborales y hacerlas más resilentes frente a crisis. Uno en especial fue la creación de los ERTES (Expediente de Regulación de Empleo Temporal).
ERTES
La idea general de los ERTES es poder hacer una “pausa” en la relación laboral sin tener que despedir al trabajador. Es decir, ante cualquier contingencia de una empresa, el empresario se enfrentaba a una decisión de mantener al empleado, aún sin actividad económica, o bien despedirlo con los costos asociados.
Las implicaciones de esta decisión son múltiples. En primera instancia se rompe la relación laboral, a pesar de que el efecto pueda ser sólo temporal, afectando claramente a la empresa como al trabajador. Para este último, aun si fuese recontratado posteriormente, tiene claramente un efecto en su carrera laboral dentro de la compañía.
La ruptura en la relación laboral, con los costos asociados, puede generar que dicho empleo se pierda, con una afectación de mediano plazo para la Seguridad Social.
Por ende, se crea este mecanismo que permite mantener el empleo con un apoyo de la Seguridad Social. Y claramente es más económico que el perder el empleo y cargar con el costo del seguro de desempleo en el mediano plazo.
Existen varias modalidades, pero en el caso del Covid, el Estado cubre tanto el salario del trabajador. Va de un 60 a un 70% del salario hasta un tope salarial de aproximadamente 4 mil euros, así como las aportaciones del empleador.
La clave de este mecanismo es que una vez aplicado no es posible despedir al trabajador por un tiempo, típicamente seis meses. O en su caso devolver todos los apoyos recibidos. Estos trabajadores no cuentan como desempleados, ya que sólo están en “pausa”. Tienen un trabajo y cuentan con todos sus derechos (sólo no acumulan vacaciones).
Las compañías pueden indicar que perfiles o áreas de la empresa se sujetarán a la medida. Por ejemplo, durante la emergencia del Covid, ciertas actividades se han reactivado antes que otras. O bien existen algunas que requerirán mucho más tiempo, por ejemplo algunas que no reiniciarán en los siguientes 6 meses.
Reconocer la flexibilidad
El principio es simple. Reconocer que el mercado laboral requiere cierta flexibilidad, ya que existen ciclos, situaciones especiales, etc. Y que las empresas pueden aprovechar dicha flexibilidad, pero es necesario mantener el empleo. Dada la experiencia, el perder la relación de trabajo puede ser infinitamente más costosa que un apoyo coyuntural.
En el caso de países sin seguro de desempleo y en circunstancias donde es complejo de implementar, es posible buscar soluciones puntuales donde se pueda intervenir en el mercado laboral apoyando para mantener el empleo. Si no es factible subsidiar totalmente un “ERTE”, se podría facilitar un crédito que podría incluir parte de la nómina y las cotizaciones sociales. Creo que con esta liquidez algunas empresas podrían intentar conservar gran parte de su plantilla. Conservar el empleo debe ser una prioridad ante shocks económicos temporales, como el que estamos viviendo. La destrucción de la relación laboral tiene efectos perversos de mediano plazo que es necesario evitar.