Will the financial crisis lead to the return of the state on the economic and social scene?
Thomas Piketty (2008)
En la mente de todo gobierno la crisis sanitaria es prioridad. Sin embargo, la económica empieza ya a generar angustias. Salen a relucir cientos de programas de apoyo a nivel mundial, la mayoría atendiendo la inmediatez y otorgando un sustento para sobrevivir. Pero aún no se vislumbran las estrategias de mediano y largo plazo, cuanto costarán y quien las pagará. Esto último debe ser crucial, moralmente no es posible que otra vez finquemos el esfuerzo en los más vulnerables o en la clase media.
Una de las grandes diferencias en cómo el mundo afrontó la crisis del 1929-1933 y la pasada crisis del 2008 es la reacción de la sociedad (y el gobierno) hacia los más ricos. En 1932, Roosevelt elevó la tasa de impuestos a los más ricos de 25% a 63% y no fue hasta los años ochenta cuando está bajo a rangos entre 30-35%. En cambio, la crisis del 2008 resulto en una baja generalizada de impuestos para los que más tienen.
Durante los últimos 20 años el mundo ha experimentado uno de los procesos más acelerados de concentración del ingreso de la historia. Si bien, durante la pasada crisis hubo muchas manifestaciones alentadas por el malestar del desempleo, la pérdida del hogar y la reducción del nivel de vida de millones de habitantes, estas no fueron suficientes para modificar dicho proceso de concentración de renta-riqueza y de hecho éste se exacerbó.
Durante la crisis del 2008, los mecanismos de intervención propiciaron una mayor concentración del ingreso, fueron mayoritariamente las familias las que tuvieron que cargar con una parte relevante de la crisis. En Estados Unidos, el porcentaje de deuda con respecto al PIB de las familias paso de casi 100% del PIB al 75% (IMFdatamapper), es decir, el esfuerzo de “desapalancamiento” de la economía lo tomaron las familias en especial las de clase media y baja.
Como sabemos, la crisis del 2008 se combatió, entre otras medidas, con apoyos fiscales y mucha liquidez, que claramente fue a parar a las empresas, la deuda corporativa en Estados Unidos se incrementó en casi 80% desde 2009 (Moodys). Este proceso, con diversas versiones se experimentó en el mundo y generó también procesos acelerados de concentración del ingreso.
Acorde con el Informe Sobre la Desigualdad Global, el 1% de los estadounidenses con mayores ingresos han aumentado abrumadoramente su participación en la renta nacional. Hoy tienen más del 20%, mientras que la mitad de la población con menores ingresos sólo tienen 13% de la renta.
Esta tendencia es muy grave, sin embargo, es aún peor si en lugar de ingreso (flujo) usamos riqueza (acervo) como mecanismo de medición. Es decir, no sólo lo que “ganamos” en un año, sino lo que una familia ha acumulado en bienes, acciones, etc. La concentración de “riqueza” en el mundo es terriblemente mayor, donde el 0.1% de los más ricos (los super ricos) “atesoran” el 25% de toda la riqueza, cifra equivalente a la de toda la clase media del mundo.
Si no consideramos este aspecto en la forma como atendemos la crisis actual, muy probablemente exacerbemos otra vez este problema, llevando al límite nuestra estructura social. Creo que hoy no es viable una “salida” como la del 2008, donde el peso lo llevaron las clases bajas y medias y el crecimiento posterior benefició a unos cuantos.
Aquellos que no cuentan con capital (riqueza) y que la sociedad no les permita “apalancarse” para obtenerla, estarán condenados a procesos de acumulación sumamente lentos. Mientras que los que cuentan con activos y pueden obtener financiamiento excesivamente barato (resultado de la política monetaria) acumularán mucho más riqueza.
La crisis actual no tiene un origen en el sistema financiero, ni en la economía real. Sin embargo, su capacidad de transmisión a ambos es enorme. En primera instancia es una crisis de demanda y como tal habrá que atenderla. Es claro que cuando termine el confinamiento las familias no saldrán directamente a un concesionario a comprar un auto nuevo o una casa. Habrá un sentimiento de “recato” y de inseguridad económica, ya que día a día conviviremos con aquellos que han perdido su empresa, su trabajo o lo peor, un familiar. Por lo tanto es ahí donde habrá que inyectar la medicina, que en este caso se llama CONFIANZA.
En la medida que salgamos de nuevo, viajemos cuando se pueda y consumamos… se podrá reactivar la economía. Para ello la “medicina” esta vez debe ir a apoyar directamente a las familias, ya sea con trasferencias (siempre limitadas y costosas) pero también dotándolas de capacidad para apalancarse “barato” y crear riqueza. Otra vez hay que intentar que las familias aceleren los procesos de acumulación de patrimonio vía financiamiento, para ello los gobiernos tendrán de nuevo que actuar sobre el sistema financiero, dotando de coberturas a las familias, como lo hicieron para las empresas la crisis pasada.
Si funciona, habrá consumo-demanda y esto reactivará a las empresas y tal vez habremos logrado reducir un poco el proceso de concentración de riqueza, dotando a las familias de mecanismos para que ellos también participen en la fiesta de la recuperación!.
Para cerrar el círculo de esta estrategia falta definir quién va a pagar el costo fiscal de la recuperación. La mayoría de los países incurrirán en una deuda enorme y si en este caso no corregimos la escasa progresividad de los impuestos podríamos fallar otra vez en el objetivo de promover una salida más igualitaria. En Estados Unidos, el segmento de más altos ingresos (más de 518,000 dólares) tiene una tasa impositiva relativamente baja, del 37% (los cálculos son mucho más complejos, pero déjeme simplificarlos sólo con este dato), si la comparamos con las tasas impositivas a la salida de la crisis de 1933, (de casi 70% a los más ricos).
Como hemos visto anteriormente, el problema no son las familias que ganan medio millón de dólares, donde se encuentra realmente el problema es con el 0.1% de los más ricos (los super ricos) y NO solamente respecto a su ingreso, sino también su riqueza. Por tanto, habrá que establecer nuevos mecanismos para que este 0.1% contribuya firmemente al pago de la crisis, no porque ellos la hayan generado, sino porque de ello depende su permanencia. En el largo plazo, una sociedad más igualitaria es más resilente, contará con los mecanismos de seguridad social que permitan enfrentar esta y otras pandemias sin que ello genere disrupciones permanentes en las empresas y en general en las economías. Eso cuesta, pero más costoso será que estas empresas traten de forma individual asegurar dichos riesgos.
No creo que Bill Gates, Jeff Bezos ni Mark Zuckerberg que usan “tshirts” y “jeans”, estén en contra de pagar más impuestos para que este mundo sea más igualitario, para que cada vez más individuos puedan realizar las vidas fantásticas que se muestran en Facebook o Instagram y no sólo soñarlas.
Esta vez no podemos equivocarnos ni con la medicina ni con la vacuna.
Excelente revisión y propuesta!!